miércoles

TIEMPO DE CUERNOS, DIABLOS Y CENCERROS

 TIEMPO DE CUERNOS, DIABLOS Y CENCERROS.
Son el complemento de nuestro carnaval provincial

 

   Las botargas, tan coloridas como saltarinas, diablunas y juguetonas son, sin duda, uno de los personajes más conocidos en los carnavales de muchos de nuestros pueblos, a pesar de que en este año, tan diabluno y desalentador en sus inicios, nos prive de algunas de sus chuscadas. Botargas que simbolizando en unas ocasiones el mal, el bien en otras, están asimiladas la mayoría de ellas a las fiestas de invierno; y son las que han dado seña de identidad a nuestra provincia especialmente en los últimos años en los que se han ido recuperando.


 

   Pero al margen de las demoniacas, danzarinas y bulliciosas botargas, el rico carnaval de la provincia se nutre de otras figuras. Carnaval, o figurantes en él, que a pesar de esa maldad que nos aflige, y que comienza, como el Carnaval, por la misma letra C, merece la pena recordar.

 

Los diablos de Luzón

   Tras 25 años de silencio, reapareció el grupo en los inicios de la década de 1990 como personajes afines al carnaval local. Sus figurantes son representaciones pastoriles que se encuadran dentro del más puro estilo costumbrista y carnavalesco pastoril de la provincia. La comparsa la forman un numeroso grupo de diablos, entre ocho y doce, e idéntico grupo de mascaritas. Los diablos, hombres, y las mascaritas, mujeres, aparecen por separado para unirse finalmente en una única formación.

   Unos y otros se atavían en lugares independientes y por supuesto aparentemente desconocidos para el resto del vecindario que los ha de descubrir cuando les delate el sonido de zumbas y cencerros que en atronadora marabunta acompaña a los diablos desde el cercano paraje en campo abierto del que proceden, conocido como "el gallinero del tío Carlos".


 LUZÓN, ENTRE EL DUCADO Y EL SEÑORÍO (Conoce aqui el libro)

   El grupo de diablos está integrado por jóvenes o mozos de la localidad, ataviados con largos sayones de color negro que cubren todo su cuerpo, embadurnándose la cara en aceite y hollín hasta parecer negra; colocándose sobre sus cabezas unas enormes cuernas de vaca, toro o buey, que les dan un aspecto tenebroso, al tiempo que enseñan en su boca una dentadura hecha de patata, atándose a la cintura ristras de cencerros y zumbas con las que completan su diablesco aspecto. Desde el paraje señalado, y a la carrera, hacen su entrada en la población, que no tarda en verse sacudida por el sonido que éstos producen en su carrera, recorriendo de ésta manera las calles del pueblo.

   Por otro lado han salido las mascaritas, mujeres que cubren sus rostros con telas finas o arpillera, y llevan vestidos blancos adornados de flores; mantones floreados y pañoleta a la cabeza, y a las que los diablos se emplean en acometer, como lo hacen con chiquillos y espectadores a los que tiznan de hollín.

   Desde la plaza Mayor, lugar de encuentro para ambos grupos, darán una vuelta más al pueblo para retornar a aquella, donde tiene lugar la posterior merienda de hermandad y fiesta consiguiente en la que los enmascarados descubren sus rostros.

 

Vaquillones de Carnaval de Villares de Jadraque

   Tras un buen número de años de interrupción, la reaparición definitiva de los vaquillones de Villares de Jadraque tuvo lugar en 1988.

   Cubren sus rostros con caretas de esparto o aspilleras, y la cabeza con un sombrero de paja, el cuerpo con cobertores rojos, semejantes a los utilizados antaño para las caballerías. Sobre los hombros portan las amugas, en cuya parte delantera sujetan los cuernos, y los cencerros en la trasera.

   Formaba también parte de las fiestas de mozos, ya que eran estos los encargados de dar vida a los festejos, reuniéndose en la casa del concejo donde tenían lugar sus meriendas y desde donde salían con el fin de hacer sus rondas musicales entre el domingo gordo y el de piñata, participando únicamente los jóvenes que estaban a punto de entrar en quintas, así como quienes ya lo habían hecho. Sin que, una vez disfrazados, hablasen entre ellos con el fin de no ser reconocidos.


 VILLARES DE JAFRAQUE Y SUS VAQUILLONES (aquí te presentamos el libro)

 

Botargas y Mascaritas de Almiruete

   Como en tantas otras localidades de la provincia, y tras un buen número de años de silencio, reapareció en 1985, había dejado de celebrarse en 1964; reunidos en la actualidad bajo la denominación de Cofradía de Botargas y Mascaritas de Almiruete.

   Las máscaras empleadas en cubrir sus rostros son mayoritariamente representaciones de animales: cabras, cerdos, jabalíes, etc. Tanto el número de botargas como el de mascaritas han ido aumentando con el paso de los años; en la actualidad son más de dos docenas en cada uno de los dos grupos.

   Los botargas, hombres, solían vestirse en lugar secreto, con atuendo propiamente de pastor, para llegar al pueblo por el paraje llamado de La Linde, tras anunciar su presencia con un insistente toque de cuerna, el mismo toque con el que antaño los pastores anunciaban su salida o llegada a las poblaciones. Visten las botargas trajes semejantes, de color blanco, gorro mitrado y floreado, la careta correspondiente y una ristra de cencerros a la cintura, con los clásicos atributos propios del pastor: abarcas, garrote, o polainas.

   La aparición de éstos, que es tenida como el despertar primaveral, es a primeras horas de la tarde, tras el toque de cuerna, descendiendo del cerrillo de San Sebastián en ordenada comparsa; gobernados por el alcalde de mozos, y guiados por el constante retumbar de sus cencerros para hacer su entrada en el pueblo y recorrerlo por dos veces, hasta encontrarse al cabo de éstas con las mascaritas, mujeres ataviadas igualmente con vestidos blancos orlados de flores y mantones floreados; cubriendo la cabeza con pañoleta y sombrero de paja; la cara se oculta tras una redecilla o arpillera.

   Se visten igualmente en un lugar aparentemente secreto y esperan a los botargas en la plaza para dar todos juntos una vuelta más al pueblo; para las mascaritas la única y para los botargas la tercera, recogiendo del lugar en el que previamente han sido depositadas, bolsas con tiznes y pelusas, que arrojan sobre el público a su entrada en la plaza.

  Tras esto, todos se desprenden de sus caretas colocándose los botargas un típico sombrero serrano de paño negro, para compartir con los vecinos una bota de vino que va pasando de mano en mano.

   En 1998 reapareció entre el grupo un nuevo personaje: el de la vaquilla, a semejanza del mismo figurante que encontraremos en otras localidades, y que aquí se emplea en acometer a botargas, mascaritas y espectadores, provocando las risas unas veces y el temor las demás. Junto a esta tampoco faltan el oso y su domador, o lo que es lo mismo, el mal y el bien; el domador es quien lo lleva atado por una cadena en lo que ha de ser una rememoración de los espectáculos medievales que recorrían los pueblos en siglos pasados.

   Al cabo de la tarde mascaritas y botargas solicitan entre los vecinos el somarro, antiguamente carnes de cerdo de la última matanza, que eran empleadas en hacer para los participantes una cena en lugar secreto, ya que de ser conocido les era habitualmente taponada la chimenea de la casa en la que se reunían a cenar, provocando su salida ante el humo que de esa manera llenaba el interior.

   Por lo general de año a año cambian las caretas, ya que, conforme se asegura en la cofradía, son pocos los que reaprovechan la del año anterior, que pasa en muchos casos a sus colecciones particulares, o al museo de la población.

 

ALMIRUETE. Entre el Ocejón y las Botargas. Un libro para conocer su ayer y su hoy (pulsando aquí)

 

   En tiempo pasado la comparsa estaba compuesta por los mozos del pueblo, que adquirían ese honor al cumplir determinada edad, entre los 16 y 17 años. En la actualidad no hay edad que impida la pertenencia a la hermandad, y el disfrute general de los actos.

   En 2006 abrió sus puertas el llamado “Museo de Botargas y Mascaritas de Almiruete”, levantado sobre el solar que ocupaba el antiguo Ayuntamiento, donde se recrean las máscaras del carnaval y puede hacerse un completo recorrido a través de imágenes antiguas y modernas, al igual que de trajes y personajes, sobre el significado de estas “Botargas y Mascaritas”.

   Tres formas distintas de sentir el color, y la tradición, en días en los que el carnaval provincial llama a nuestras puertas, antes de que las campanas toquen a silencio. Aunque su celebración, por salud general, tenga que ser virtual.

   A pesar de ello, no hay mayor y mejor deseo: que la pelusa de las botargas reparta suerte y salud. Sobre todo, y este más que ningún otro año, mucha salud.

 


Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 12 de febrero de 2021

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ANTONIO MACHADO. LIGERO DE EQUIPAJE

LAS MADERADAS Y LOS GANCHEROS DEL TAJO
El transporte fluvial de la madera en Guadalajara

 

   El río Tajo es el más largo de la Península Ibérica, atravesando una gran parte de ella desde su nacimiento en los Montes Universales, en la Sierra de Albarracín, hasta unir sus aguas con las del Océano Atlántico por Lisboa, tierras de Portugal. A lo largo de sus 1.007 kilómetros de recorrido atraviesa parte de las provincias de Teruel, Cuenca, Guadalajara, Madrid, Toledo y Cáceres, por aquí se adentra y pierde en el país vecino. 

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   Fue también uno de los más caudalosos de la provincia, y por su extensión de los que más afluentes recibe, y recibió. En la actualidad su curso se interrumpe con embalses y pantanos, en Guadalajara y Cáceres principalmente. Embalses y pantanos que de alguna manera comenzaron a interrumpir una de las industrias que, nacidas conforme cuentan algunas historias en los años finales del siglo XV llegó hasta los años medios del siglo XX, cuando embalses y pantanos hicieron poco menos que aquella desapareciese. También es cierto que la moderna industrialización ayudó a ello. Se trataba del transporte de maderas a flote por las aguas. Las conocidas maderadas. Una forma sencilla y económica de transporte, aunque no fuese nada rápida y dependiese, más que de la destreza o habilidad de los hombres, de la fuerza y corriente del río, por ello el tiempo del transporte de la madera por el río solía iniciarse en los últimos días del invierno e inicios de la primavera, para aprovechar los deshielos de las cumbres que a través de los afluentes engordasen el río, cesaban por algunos meses a partir de septiembre u octubre, con la llegada de los fríos invernales.

   Cuentan las viejas historias que la vez primera en la que por el Tajo bajaron desde las altas sierras de la comarca de Molina de Aragón las maderas fue cuando el cardenal don Pedro González de Mendoza ideó la construcción en Toledo del Hospital de la Santa Cruz. Un Hospital para la acogida a los niños huérfanos y desamparados de la ciudad en el que se emplearía, como en las construcciones de aquellos tiempos, mucha madera.


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 GUADALAJARA Y SUS SANTAS RELIQUIAS

   En el cristianismo el culto a las reliquias se inició en el siglo IV, sin embargo, la prohibición vigente en el Imperio Romano de abrir los sepulcros, impuso el hábito de extender la veneración a paños que habían hecho pasar por dichos sepulcros, o al aceite de las lámparas que los iluminaban, como ejemplo puedo citar que en la propia villa de Atienza, los devotos solían llevarse el aceite de la lámpara votiva del Cristo del Amparo, patrono la villa, en la creencia de que era milagrosa. Pronto se dejaron de cumplir aquellas disposiciones romanas, sobre todo en Oriente, a donde llegaron las reliquias de San Juan Bautista, San Esteban y de otros muchos santos de la cristiandad.


GUADALAJARA Y SUS SANTAS RELIQUIAS (I). El libro pulsando aquí

   Si bien en sus comienzos la iglesia fue contraria a las reliquias, abominando incluso de quienes hubiesen estado en contacto con los cadáveres.

   Po supuesto que las reliquias más importantes dentro de la iglesia católica son las que forman parte de la vida y muerte de Jesús, de la Virgen María, de los Apóstoles…, y entre todas ellas, las reliquias de la Pasión.

   De las espinas de la corona algunas llegaron a la provincia de Guadalajara, donde se conservan al menos en las poblaciones de Atienza y Prados Redondos. También llegaron a la catedral de Sigüenza; así como a las iglesias de Alcocer y de San Andrés, en Guadalajara.

   Su historia, en ocasiones, puede resultar demasiado enrevesada, puesto que se alternan realidad y leyenda. Lo conocido, en la mayoría de las ocasiones, comienza a estar escrito a partir de los siglos XVI o XVII –cuando lo está-, en otras es una simple referencia.

   También llegaron decenas de Lignum crucis; alguna Santa Sábana, una piedra de la circuncisión…; y muchas más reliquias de santos, apóstoles y mártires… una muela de Santa Apolonia, una espalda de un Santo Inocente; la cabeza de San Fortunato; un dedo de San Blas…



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GUADALAJARA, FERIAS Y MERCADOS



La feria, según las enciclopedias, es una institución mercantil de periodicidad generalmente anual o bianual. En la que se realiza la contratación de la compra venta de todo tipo de productos, y que está dotada de un régimen jurídico particular que reglamenta su funcionamiento

   Las ferias fueron, a lo largo de la historia, un motor económico para los pueblos que las celebraron, así como para sus comarcas, al tiempo que una fuente de ingresos para el concejo o a través de este para el señor de la tierra.






  Desde su establecimiento, se celebraron ferias a lo largo y ancho de España, y de la provincia de Guadalajara, hasta épocas recientes, tal y como recordamos las ferias primitivas. Habiendo quedado, al día de hoy, reducidas en la mayoría de los casos a una, o unas jornadas festivas, en las que se recuerdan oficios primitivos.

   La historia de la actual provincia de Guadalajara nos lleva a recordar que la feria provincial más antigua fue la de Brihuega, que viene de 1215. 

La de Cifuentes es concesión de Fernando III en 1242, y en Tamajón conservan el documento real signado por Alfonso X, en 1259, autorizando la feria.



   Tras estas, parejas en el tiempo, llegarían muchas más.

   A través de las páginas siguientes nos acercaremos a todas y cada una de las ferias y mercados de la provincia de Guadalajara.

 

 
BOTARGA LA LARGA, CARNAVAL EN GUADALAJARA


Uno de los personajes centrales del carnaval en la provincia de Guadalajara es la figura de la botarga, que con ligeras variantes en cuanto a su función o vestimenta, aparece en algunas poblaciones y casi siempre en las festividades relacionadas con el carnaval. 
 


 
 GUADALAJARA EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA. LA PROVINCIA BAJO LA EPIDEMIA

 En 1834 el cólera morbo llegó a España, y a la provincia de Guadalajara. Fue la primera gran epidemia, a la que sucederían, a lo largo del siglo XIX, tres más. Decenas de pueblos se vieron diezmados por el mal, miles de personas murieron. Esta es la historia de aquellos días. Del temor de los pueblos y del heroísmo de quienes se enfrentaron a la muerte, arriesgando sus vidas




Se trata, el que aquí se presenta, de un libro de investigación como pocos anteriormente se han llevado a cabo, sobre un tema médico que forma parte de la historia de la provincia: "Jamás hibiéramos sospechado que este tema llegara a formar parte de las indispensables obras de la biblioteca guadalajareña. Hoy, tras la lectura de esta obra, rotundamente si", dice su prologista, el Dct. Francisco Javier Sanz Serrulla, Académico de la Real de Medicina, de cuya Biblioteca la obra forma parte.

Cuatro fueron las grandes epidemias que la provincia de Guadalajara padeció a lo largo del siglo XIX, la primera en 1834, la segunda en 1855, la tercera en 1865 y la cuarta en 1885, que en algunas poblaciones todavía se recuerda como "el año del cólera". Epidemias que dejaron miles de muertos.

El libro, finalista del Premio Layna Serrano de Investigación Histórica por la Excma. Diputación Provincial de Guadalajara, ha sido, y continúua siendo, una página de estudio para cuantas personas han tratado de datar y documentar, pueblo a pueblo, lo que sucedió durante aquellos años.

                                              El cólera en Jadraque
                                              Real Academia Nacional de Medicina

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