HEMENEGILDO,
SINFORIANO, Y SUS BOTARGAS.
Sinforiano
García Sanz y Hermenegildo Alonso Herranz dedicaron a ellas parte de sus vidas
Uno les tallaba las caretas, las castañuelas y las cachiporras,
Hermenegildo; el otro las sacaba al mundo de la cultura y el libro, Sinforiano.
Hermenegildo
Alonso Herranz, que ha pasado a la historia etnográfica provincial como “Mere”, o mejor, “el Mere”, que el artículo anteponiéndose al nombre es tan asunto del
pueblo como el lavadero, el castillo o la torre del reloj. Sinforiano García
Sanz es, para la literatura provincial, “Sinfo”.
Hermenegildo, Mere, se hizo
popular como tallador de caretas, castañuelas y cachiporras. Así como por
desempeñar dicho papel, el de botarga, tanto en el pueblo de su nacimiento,
Beleña de Sorbe, como en el que lo acogió en la segunda parte de su vida,
Arbancón.
Beleña es uno de esos pueblos en los que la tradición mandó que a sus
calles saliese, en tiempo de frío, la botarga, que se asimiló a la Candelaria y
aparece cada 2 de febrero con sonido de campanillas y cencerros para acompañar
a la Virgen de las Candelas en la procesión; en la iglesia y, llegado el final
del acto, organizar su fiesta a las puertas del templo, naranja viene y va. Con
sus ritos, sus bufidos infernales y un toque en la nariz, que quiere llamar a
la Naturaleza, para que el invierno acabe y llegue la primavera con su fértil
alegría.
Llegar a ser botarga del pueblo venía a ser, en tiempos pasados, en los
presentes también, un honor. Un título que colgar a la tradición familiar, pues
en muchos casos el botarga nuevo que suple al viejo es el hijo del que lo deja
y que, a su vez, sustituyó al abuelo del joven. Y es que el botarga sale, canta
y baila mientras las fuerzas le aguanten y las piernas le resistan.
Mere
fue botarga de Beleña los siete mejores años de su vida, entre los veintisiete
y los treinta y cuatro; desde Beleña se trasladó a Arbancón y aquí asentó sus
reales con los cincuenta cumplidos. Nació en el primer pueblo en 1915, y llegó
a Arbancón en 1965 y aquí, entre oficio y oficio, comenzó a tallar caretas; la
primera fue la de Beleña, mucho tiempo atrás, después de que se les rompiese
con el paso de una a otra mano, la original. A partir de ahí le cogió el gusto
y se convirtió en el Picasso de las
botargas que lo mismo vendía que regalaba a las puertas de su taller
arbanconero de la calle del Trebuquejo. Hoy su nombre es nombre de museo, pues
se le recuerda en el de las tradiciones de su último pueblo, en el que falleció
a punto de cumplir los 80 años, y después de haber añadido a su historial el
haber salido, como botarga de Arbancón, tres años más.
Hermenegildo Alonso Herranz, tallador de caretas, botarga y artesano |
Sinforiano García Sanz es otra historia. Sinfo nació unos años antes, el 8 de junio de 1911, y falleció uno
después, el 23 de junio de 1995. Nacía en
una época en la que se conservaba casi intacto todo un acervo folclórico que
formaba parte de la identidad cultural de un gran número de poblaciones en las
que enmascarados y botargas, acudían a su representación anual en el momento en
el que las nieves comenzaban a teñir, que entonces lo hacían con ganas, los
picachos del Ocejón, continuando su escandaloso cencerreo más allá de los
primeros fríos invernales, cuando las cigüeñas comenzaban, por San Blas, a
ocupar sus viejos nidos en las centenarias torres de las iglesias de la zona.
Nació en
Robledillo, en una familia de labradores, y con apenas once años marchó a
Madrid para iniciarse en el trabajo como chico de los recados en un almacén de
confección, en el que se forjaría como sastre y donde permanecería hasta que
por edad fue llamado a servir a la Patria. Con anterioridad a su partida al
servicio militar ya se había adentrado en el mundo del libro, a través del
Centro de Estudios Históricos, donde como ayudante había comenzado a
relacionarse con alguno de aquellos hombres que por la década de 1920
comenzaban a dar cuerpo a los estudios sobre el folclore, provincial y
nacional, que trataban de dejar reseña de lo que fueron todas aquellas
representaciones que iniciaban un largo otoño, con amenaza de quedar dormidas
en el arcón de los recuerdos de los viejos camarotes de las casas labriegas. Al
término del servicio regresó a su antiguo trabajo en el Centro de Estudios, hoy
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, e inició su relación más
estrecha con aquellos personajes provinciales que ya andaban a la caza de
botargas, de enmascarados, de viejos ritos de la Semana Santa, de mayos y
cantos alcarreños, o de ancestrales festejos en torno a los cuales se reunían
nuestros mayores a rascar la cristalina botella de anís sin anís o sacar
sonidos misteriosos de la boca de un cántaro desportillado.
Nunca fue
hombre de letras universitarias, que cuando hay amor a la tierra y deseos de
engrandecerla parece que los libros sobran, lo mismo que los títulos, pues se
escriben a diario con el empeño mismo de dejar para las generaciones futuras la
ciencia de lo sentido y lo vivido. Así, cuando ya su ciencia estaba en sazón,
comenzó a elaborar sus trabajos, montando su propia librería en la entreplanta
de un caserón madrileño de la calle de Fuencarral.
Sinforiano García Sanz, recopilador de botargas |
Entre
viejos tomos con olor a papel rancio se fue descubriendo como verdadero
recopilador del folclore guadalajareño, de sus dichos y decires, de sus ya
deshilachados vestuarios que comenzaban a dormitar envueltos en bolas de
alcanfor en los baúles recónditos de los camarotes. A forjarse en el estudio de
los antiguos caserones, de los instrumentos musicales que espantaron las noches
de la penumbra alcarreña o de las danzas que fueron y comenzaban a dejar de serlo;
siguiendo a don Gabriel María Vergara, quien hizo otro tanto.
Dicen
quienes mejor le conocieron, y lo dicen con la certeza de quien no teme
equivocarse, que Sinforiano García Sanz fue el auténtico descubridor de las
botargas alcarreñas, de esas que, al día de hoy, se han convertido en signo de
identidad festiva del invernal reposo de Guadalajara. Y cierto ha de ser,
puesto que en sus trabajos recopilatorios sobre botargas y enmascarados figuran
las que hoy son y las que fueron, en número tan elevado que, tratando de llegar
a él, no hay año que desde que Sinforiano se marchó para siempre, no surja una
nueva, como testimonio que lo trata de recordar y hacer presente.
Botarga de Beleña, la primera careta que talló Hermenegildo |
Entre sus
trabajos, dedicados más a la investigación que al adorno literario, dejó reseña escrita de sus “Botargas y enmascarados alcarreños, (Notas
de etnología y folclore)”, que vio la luz en su primera parte en la Revista
de Dialectología y Tradiciones Populares, corriendo el año de 1953. Trabajo
completado en los Cuadernos de Etnología de Guadalajara, y su número 1, en
1987, cuando Sinforiano García Sanz se había convertido, simplemente, en Sinfo. Unos trabajos que, recopilados
todos, volvieron a ser, para memoria del tiempo, páginas de libro, en el
titulado “Su obra”, añadida a su nombre,
que forjó el número 2 de la colección literaria Guadamadrid, de la Casa de
Guadalajara en la capital del reino, y que fue una especie de colofón a su
vida, puesto que apareció al año de su muerte. El libro quiso ser, y lo es, a la
par que un homenaje, la recopilación entera y verdadera de su obra. Pieza de
estudio.
Fue
Sinforiano, sin duda, el descubridor y padre literario de los etnógrafos y
etnólogos de la Guadalajara que, despertando del sueño, abrió los ojos a los
últimos años del siglo XX, y a los comienzos del XXI. Mere, el personaje que las cubría la cara con sus caretas de madera
de nogal. Los dos, hombres de menguada talla y gran corazón, como el de la
tierra que, por estos días late, y latirá, a son de campanilla, zumba y cencerro;
desde las faldas blancas del Ocejón, a las llanadas alcarreñas de Peñalver.
Y es que
las botargas son de ahora, de tiempo frío y de nieve. Y reclamo para el turisteo;
y hoy las tenemos presentes en las cuatro estaciones del año, que nunca vienen
mal para recordarnos que por Arbancón o Beleña, por Almiruete o Robledillo, Condemios
o Galve, la memoria de lo nuestro, y de los nuestros, está presente en cada
plaza de nuestros pueblos.
Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, viernes, 25 de enero de 2019
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